jueves, 16 de septiembre de 2010

Sueño de Diana.


Había llegado a mi isla, después de diecisiete años. Como siempre, se encontraba hermosa, ¡De nuevo aire puro! un gran cambio, desde luego - contando con que ahora vivía en Nueva York –.
Precioso, sin ninguna duda, y muy relajante en verdad; el amanecer desde el pequeño balcón de mi antiguo hogar bebiendo un buen capuchino.
Me encontraba paseando por la Calle Real… de pronto, me tropecé contra con una chica alta e increíblemente guapa, lo curioso es que me fije en un pequeño tatuaje que tenía en la mano, una “especie” de espiral que me sonaba muy conocida, al verla, junte su mano izquierda con la mía y caí en la cuenta de que era ella, una de ellas, Celia, aunque curiosamente se encontraba mucho más cambiada.
- ¿Eres tú? ¿Celia?
- Sí, soy yo. Y tú... ¿Diana, verdad?
- La misma…
Después de tanto tiempo, volvía a tener esa sensación de alegría constante.
Tras un largo tiempo de charla descubrí cosas que jamás se me habían pasado por la cabeza, como que trabajaba en Galicia – su tierra natal – y que estaba casada, o que las demás, seguían aquí, excepto mi diseñadora favorita para la cual trabajaba, Noelia, una más de ellas, con la que ya no tenía tanta relación. Decidimos llamar a las demás y volvernos a juntar aquella misma noche.

Y allí estábamos, oyendo el mar en la lejanía y la gente riéndose por cada rincón, los olores a sal marina y flores recorrían cada espacio de la avenida, sentadas en un restaurante de lujo en la pequeña capital Palmera. En una mesa encandilada por una pequeña vela y las farolas de las calles, estábamos Celia y yo, esperando a las demás.
Y de pronto, llega ella, tan elegante como siempre, estaba demasiado cambiada, muchísimo más guapa, tenía el pelo negro y corto con flequillo – como siempre le había gustado- Esa misma mañana Celia me había contado que seguía aquí que había terminado la carrera de psicología en Madrid, y se había vuelto a La Palma por motivos familiares. No tardo ni dos segundos en reconocernos, vino directa a nosotras y nos dio un fuerte abrazo – Siempre ha sido la cariñosa del grupo- después de 10 minutos, vino ella, nuestra rubia impresionante, aunque…Ya no era tan impresionante, la note…Muy, muy cambiada.
- Mirad, ahí está Cristina.
- Pero…está ¡OBESA!, ¡parece una ballena! – Respondí yo.
- Si, es ella y ni se te ocurra ofenderla, la estoy tratando yo, ya os comentare porque esta así, al fin y al cabo, sois de confianza.
Nos vio, y nos sonrío.


Tras una noche increíble, recordando viejos tiempos, riéndonos a carcajadas de nuestras batallas actuales, nos hicimos una promesa, no volver a separarnos jamás.


Escrito por : Cintia
Basado en : Diana

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